Siempre he sido muy inquieta. Desde bien pequeña el arte, el crecimiento personal y la espiritualidad estuvieron muy presentes en mi vida. Me he formado en disciplinas muy distintas y que cada vez están más conectadas: las bellas artes, el arte-terapia junguiana, el coaching personal, la sanación de la niña interior, la neurociencia, las terapias de liberación de traumas, la pedagogía Waldorf y la sexualidad consciente.
Me gusta ir más allá, llegar a la raíz y sanar. Dicen que tengo un sexto sentido, una capacidad especial para comprender el lenguaje del inconsciente… y es que no todo el mundo vale para meterse en las profundidades…. Puede ser aterrador, ¡y a mí me resulta tan sanador y gratificante! Nada me hace más feliz que llevar luz a tus sombras. ¿Sabes por qué? A mayor es la sombra, más grande el diamante. Lo tengo más que comprobado… Y sé que, también, hay un diamante dentro de ti esperando ansioso a que le saques brillo.
Siempre fui una niña muy sensible, incomprendida, me sentía fuera de lugar y muchas veces no quería estar en esta realidad. El arte fue mi refugio, mi lenguaje natural. Y, de mayor, tuve la fortuna de toparme con una gran maestra de la que aprendí todo sobre la terapia a través del arte. La sexualidad fue des del inicio un lugar hostil. Conocí la apatía, la frustración y la incapacidad de llegar al orgasmo en pareja. Una sexualidad mecánica, de postureo y básica no me llenaba ni me hacía feliz. En mi interior sentía que había algo más, un placer más energético, más expansivo e incluso místico. Tal vez, el gran trabajo fue reconocer esta verdad que siempre estuvo en mí y validar mi propia necesidad. Por eso sé lo necesario que es ir a la raíz, a tu infancia, para luego aprender a manejar tu energía femenina y vivir experiencias de placer expansivas. Sino, empezamos la casa por el tejado. Nos metemos en tantra y tao, sin sanar nuestra niña interior que es el origen de todos nuestros bloqueos, y también de nuestra espontaneidad, de nuestra capacidad de jugar y de nuestra magia.